Mamá, mamita

No es primera vez que te menciono en este lugar, pero hoy es distinto, cada una de mis letras están cariñosamente dedicadas a ti, en gratitud, como un acto de puro amor y de esperanza porque se que la separación sólo es largamente transitoria.
Hace un rato caminaba con un superocho escondido en el bolsillo y recordé cuando llegabas a la casa con algo para mi, buscando dentro de tus estrechas posibilidades mil y una formas de hacerme feliz y de suplir mis necesidades, nunca voy a olvidar eso, ni la manera como te entregabas a amarme y el imperioso anhelo que tenías de que nada malo me pasara.
También recuerdo ahora nuestras aventuras y desventuras, la fuerza con que emprendiste la tarea de ser mi profesora autodidacta, no cabe duda que eras una maestra exigente, cuando llegaba a la casa con un 6,7 me mirabas y decías como si nada, y… porqué no un 7?, como no iba a ser buena alumna si te alegraban tanto mis buenas notas, eran mi sencillo regalo para ti, no tenía oro ni plata pero eso no era necesario entre nosotras, teníamos un pacto secreto, yo me sacaba sietes y tu me regaloneabas, con el tiempo no me saqué muchos más sietes en mi vida. Después descubrí que al parecer el pacto trajo algunas nefastas e inesperadas consecuencias como haberme convertido en algo más consentida que lo permitido por los estándares sociales familiares, (tenían harto de razón parece, que vergüenza jajajaja), “tranquila mamá”, ya no soy tan consentida, aunque de repente aflora esa parte de mi, lo bueno es que nunca falta la buena persona que me pincha el globo y hasta ahí nomás me llega el moño parado de dueña de un pequeño Imperio, definitivamente, Dios es sobrenaturalmente sabio. Tú siempre quisiste lo mejor, sabes algo?, creo que nunca te lo había dicho, me lo entregaste, me enseñaste a amar a Dios, a saber que me amaba y que es mi Papá, que a Él siempre voy a poder acudir, es la herencia más valiosa, nada podrá jamás compararse a eso, además me enseñaste el amor por las historias, por escucharlas, por imaginarlas, tenías el maravilloso don de contar historias sencillas como la mejor de las novelas, me encantaba oírte cada noche, preguntarte detalles, mientras acurrucada a ti, mientras percibía la tibieza de mamá, visualizaba mentalmente cada detalle, hasta el último minuto que estuviste de este lado te interesaba saber que yo estaría bien. Mamita como me has hecho falta, cuando te fuiste me di cuenta que no todas eran como tu, madre hay una sola, ni mejores ni peores, simplemente distintas con otras prioridades y formas de ver y enfrentar las cosas, Dios es detallista y a cada hija le da una madre apropiada, esa bendición la viví en abundancia.
Cada cierto tiempo vivíamos experiencias extremas, como la del ratón en el baño, casi me morí de la risa, cuando ya no estabas aquí comencé lentamente a ver cuanto era lo que realmente me amabas, como sembrabas en mi los consejos y querías que yo cuanto antes aprendiera las lecciones que a ti más lágrimas te había costado aprender, estudia hijita, me decías, para que mañana puedas vivir tranquila y cuidar de tus hijos, busca a un hombre bueno hijita, tiene que ser cristiano y estar dispuesto a acompañarte en todas la etapas de la vida.
Tú me enseñaste también el valor de la amistad, el sentido del humor, como lo agradezco Raquelita.
Hoy creo comprender que ni el mito de la madre perfecta o la idea de que te habías equivocado irremediablemente, son reales, hoy te recuerdo como una mujer con un corazón para Dios y para entregarme amor, no resultó indiferente tu paso por esta tierra, ni tus lecciones se desvanecerán en mi corazón, palabra de Martínez.

Dios nos permite amar y ser amados por personas imperfectas para perfeccionar en nosotros su Amor.